En mi niñez, 8 o 9 años, un domingo perfecto era coger las “Golondrinas “en el puerto de Barcelona e ir al Rompeolas, la escollera de Barcelona que protegía a los barcos atracados en el puerto de temporales y marejadas, allí me lo pasaba genial pescando cangrejos.
Volvía a casa con
un cangrejo, a lo sumo dos y casi siempre sin ninguno, ya que lo devolvía al
mar. La pesca consistía en comprar una pequeña caña, que vendían allí mismo, ésta
llevaba un hilo de nylon en la punta con forma de arandela corredera y que, buscando
entre las rocas hacía que algún cangrejo se cogiera a ella, entonces tiraba de la
caña y la ilusión se despertaba en mí y a todos los niños que allí nos
encontrábamos, nos convertíamos en pequeños pescadores, era como si hubiésemos
pescado un gran pez en el Atlántico norte.
Volvíamos a casa,
contentos, tanto el primo de mi padre Enrique como yo, él era quien me sacaba a
pasear los domingos por la mañana cuando yo estaba en casa de mis abuelos
paternos.
Para ir al
rompeolas cogíamos la Golondrina en el “Portal de la Pau” y navegábamos hasta
la parada que tenía frente al restaurante situado al final de la escollera el
“Porta Coeli”.
En aquel momento
era muy popular este restaurante y se podía llegar andando, en coche o con las
Golondrinas, muchos pescadores de caña pasaban el rato con sus aparejos y su
paciencia infinita y después se tomaban algo en el Porta Coeli, luego cada uno
para su casa.
Las primeras
referencias que hay sobre el lugar, datan de 1926 y lo identifican con el
nombre de “Mar i cel”, con el chef Mr. Pompidor, que cocinaba unos suculentos
mejillones, gambas y sardinas, en la propaganda también se anunciaba la
exhibición de un monstruo marino, que nadie vio nunca. En las verbenas de San
Juan, de San Pedro y de San Jaime, entonces se celebraban todas, el restaurante
permanecía abierto toda la noche y se celebraba baile con orquesta en la
terraza. Viendo amanecer, muchas parejas se hicieron novios allí.
Durante la guerra civil el restaurante estuvo
cerrado por los bombardeos de los aviones italianos y alemanes. Al acabar la
guerra se arregló el faro destruido y el restaurante que abrió con otro nombre.
de “Mar i cel”, (Mar y cielo), pasó a llamarse “Porta Coeli” (La puerta del
cielo) en latín.
En esa época, años
40, al no tener corriente eléctrica solamente se podían servir comidas a
mediodía y se iluminaba tanto la cocina como el comedor con lámparas de
parafina de la marca “Petromax”.
Fue el matrimonio
María Teresa Ollé Roca, hija del fundador y su esposo, quienes tiraron el
negocio hacia delante. Las Golondrinas tenían el final del trayecto allí mismo
y pudieron acoger a los clientes que venía en barco. A partir del 1959 ya se
podía llegar en coche, con lo que el negocio prosperó. En el año 1961 con la
ampliación del rompeolas se puso la corriente eléctrica y entonces pudo abrir
también para cenas, lo que supuso un gran avance en el negocio.
El proyecto del
nuevo restaurante hizo que se modernizase para que los clientes mientras comían
estuvieran viendo el mar. En los años 90 María Teresa Ollé no renovó el
contrato y con las obras del puerto que se realizaron con el nuevo puerto
olímpico el restaurante no tenía cabida y el edificio fue derribado.
Los indianos, que
vinieron de Cuba a finales del siglo XIX, buscaron todo tipo de negocios en una
Barcelona en expansión. Uno de ellos estuvo a cargo de Leopoldo Herrera Jué,
hijo de un indiano catalán y madre francesa, llegaron a Barcelona huyendo de la
guerra de Cuba.
Con poco capital, unas
10.000 pesetas, en 1884 se inauguró una pequeña flota de tes barquitos a vapor
que conectaban los baños de la Barceloneta con el Portal de la Pau, se
denominaban “Vapores-Omnibus”, Omnibus primero, segundo y tercero, con una
maquinaria de la “Maquinista Terrestre y Marítima” y unos cascos construidos en
una carpintería de la misma Barceloneta por el carpintero apellidado Sr.Espriu,
cada uno de las naves podía trasladar a unas 70 personas sentadas, aunque
podían ir casi el doble de pie.
El 31 de marzo por
la tarde y después de diversas pruebas y una semana antes de la Exposición
Universal de 1888, se inauguró con la presencia de las autoridades. Al día
siguiente se realizó el primer servicio frente al recién acabado monumento a
Colón, siendo todo un evento en la ciudad Condal.
En 1897 la Sra.
Feliciana Goñi, compró el negocio y recordando de dónde venía, la provincia
cubana de Matanzas, las bautizó como Golondrinas, evocando a estas aves que,
aunque se adentren en el mar siempre vuelven a puerto.
“Las Golondrinas”
fueron evolucionando en su forma y se les dio varios usos, dependiendo de las
circunstancias, uno de ellos era la celebración de la Virgen del Carmen,
patrona del mar, donde las cofradías sacaban en procesión la imagen y la
paseaban por el puerto de Barcelona donde otros barquitos se unían en la
celebración litúrgica.
El 16 de enero de
1900 estas embarcaciones trasladaron hasta tierra a los prisioneros repatriados
de la guerra de Filipinas.
También hubo
percances, el 8 de agosto de 1908, llegando a puerto la Golondrina número tres,
un pasajero vio que alguien se había dejado un fardo, le dio una patada, el
paquete explotó, quedando herido él, un trabajador y otro pasajero.
A las 12:30 de un
domingo de noviembre de 1922, como siempre, uno de los Ómnibus, hacía el trayecto
habitual por el puerto, pasando junto a los vapores “Canalejas” el “Vicente la
Roda” y el “Infanta Isabel de Borbón”, de pronto el “Canalejas” giró situándose
frente a la Golondrina, mientras otra pequeña nave, de la compañía “Arrendataria
de Tabacos” impactó contra la Golondrina quedando empotrada en el lateral, lo
que ocasionó un gran agujero por donde el agua penetró hundiéndose en muy poco
tiempo. Algunos marineros del buque “Infanta Isabel” se lanzaron al agua con el
fin de socorrer a los náufragos, el desastre se cuantificó en 10 muertos y 24
heridos, la perdida de la nave y la falta de confianza en la compañía. Entre los episodios que se tiene noticia, se
recuerda el de un perro del “Infanta Isabel”, que se arrojó al agua
detrás de los marineros, y logró salvar cogido por la ropa, a un niño de pocos meses.
En
1923, otra empresa, “Las Gaviotas”, apareció en la misma zona, lo que originó
una seria competencia. Uno de los socios de la compañía fue Manuel Rocamuelas,
que había sido buzo y auxilió a los pasajeros víctimas del percance. La propietaria,
la señora Goñi, decidió venderles el negocio.
Ese
mismo año, los nuevos dueños adquirieron otras tres embarcaciones de segunda
mano, siendo el costo del trayecto de 40 céntimos de peseta por persona, los
niños pagaban menos, con la anécdota de que un tren tenía parada frente a las
taquillas y las tapaba, perjudicando considerablemente el negocio.
Durante
la guerra civil, se requirió la interrupción de la navegación debido a los
problemas de combustible y el riesgo de la travesía.
A medida que el puerto se expandió a finales de los 50,
principio de los 60, se ensanchó el rompeolas y los vehículos pudieron llegar
hasta el restaurante. Se estableció una parada de las “Golondrinas” al final de
la escollera y las familias podían pasar el día con la brisa marina, tomar el
sol, comer algo en el restaurante “Porta Coeli” o pescar cangrejos, como era mi
caso, y luego regresar al "Portal de la Pau".
Al anochecer, llegaban muchos coches, formando grandes
colas, donde parejas se ponían a ver el mar a la luz de la luna y si no había
luna, mejor.
Más tarde se amplió la flota, pasando a cinco
embarcaciones propulsadas con motores diésel, ahora hay dos tipos de
Golondrinas, las tradicionales que durante 40 minutos recorren el Puerto de
Barcelona y las Golondrinas catamaranes, de fibra de vidrio, con grandes
ventanales en su casco, para poder ver bajo el agua y que recorren durante más
de una hora el puerto y las playas de la ciudad.
En el año 1992, con la reestructuración del puerto por
la celebración de los Juegos Olímpicos, se cambió toda la fachada marítima y
las playas. El Port Vell, el Port Olímpic y la Villa Olímpica fueron el
escaparate litoral de la ciudad Condal.
Con la apertura de la bocana norte en 2003, se amplió
el recorrido, llegando hasta las playas de la Mar Bella y la Nova Mar Bella. Con
el Fórum de las Culturas se adaptó, a modo de lanzadera marítima, para que los
de turistas pudieran llegar desde del Portal de la Pau, hasta el Forum y
viceversa.
Después de casi 140 años desde su inauguración, siguen
funcionando, adaptándose a los nuevos tiempos, donde grupos de turistas pueden
disfrutar de un pequeño crucero marítimo en una ciudad que recuperó vivir de
cara al mar.
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