Los niños empiezan a ser conscientes de sus propias características y tener sus propios pensamientos y emociones alrededor de los 24 meses, a esa edad aparece la conciencia y los niños empiezan a buscar respuesta a preguntas. La primera etapa del desarrollo de la conciencia que identificó el profesor Jean Piaget, psicólogo suizo, se produce antes que el niño cumpla un año, durante ese periodo el desarrollo tiene las primeras reacciones a las manifestaciones del mundo exterior, esa primera etapa se denomina sensoriomotora.
El primer recuerdo que tengo sobre mi existencia, fue estar sobre la falda
de mi madre en el asiento de un sidecar adosado a una vespa que nos conducía a
la estación de tren de Mataró.
Según mis padres yo aún no había cumplido el año, pero ya estaba cerca, un
amigo y cliente de mi padre, se prestó a llevarnos a la estación; el amigo conducía,
mi padre iba atrás y mi madre y yo íbamos en el sidecar. Supongo que la
sensación que viví fue por no tener nada delante y ver la carretera y los
edificios pasar a una velocidad a la que no estaba acostumbrado. En aquel
momento mi padre tenía una fábrica de botones en la capital de la comarca del
Maresme que se encuentra a unos 30 Km. de Barcelona, el ferrocarril era el que
nos llevaba cerca de casa.
El primer sidecar data de 1893. Un periódico francés abrió la convocatoria
de un concurso que premiaba una propuesta única, original e innovadora de
transporte. Surgió ese tercer puesto adherido a la motocicleta. En un principio era una rudimentaria silla de
mimbre, que por un lado tenía una rueda y por el otro se unía a la moto,
después se hicieron con chapa de acero y el sidecar se juntaba con un solo tubo
a la moto adherido con gran firmeza, como hemos visto en películas bélicas que
utilizaban soldados alemanes.
Acabando la guerra, las fábricas de aviones italianas fueron bombardeadas y
destruidas. Enrico Piaggio, uno de los principales fabricantes de aviones
italianos quiso aprovechar algo de lo que quedó y así poder salir de una
situación ruinosa contó para ello con la colaboración del ingeniero aeronáutico
Corradino D’Ascanio, al que le encargó un vehículo simple, robusto y económico,
tanto para hombres como para mujeres, que evitara la suciedad en la ropa del
conductor, así nació la Vespa, el scooter más famoso del mundo.
Vespa se fundó en 1952 por Spartaco
G. Boldoni Malandri y Enrico Piaggio y con ayuda de Juan Lladó; entonces
consejero delegado del Banco Urquijo, se inauguró la fábrica Moto Vespa en
España, fue en Madrid donde se lanzó la primera Vespa de 125 cc, modelo N-1952,
el 25 de febrero de 1953.
Cuando a Enrique Piaggio le mostraron por primera vez el prototipo de la
MP6, vio su peculiar parte trasera abombada y escuchó el zumbido de su motor
exclamó: “Bel.la sembra una vespa” la traducción del italiano seria: “Bonita,
parece una avispa” y con ese nombre prevaleció siempre.
El MP6, prototipo de Vespa, combinaba la creatividad y la ingeniería en un
vehículo funcional, aerodinámico que recordaba el tren de aterrizaje de algunos
aviones.
Desde Piaggio Italia, se enviaban chasis, motores, guardabarros y otros
componentes y se montaban en nuestro país. Durante 51 años las marcas Piaggio,
Motovespa, Gilera, Vespa y Puch, se ensamblaron en España, siendo lideres en
ventas en muchas ocasiones.
El sidecar acoplado a la moto, la convirtió en un vehículo que servía para
el transporte de una familia y además contaba con un pequeño maletero en la
parte trasera para llevar objetos no muy grandes.
El primer sidecar data de 1893. Debido a la convocatoria de un diario
francés que abrió un concurso que premiaba una propuesta original, única e
innovadora de transporte. Apareciendo ese tercer puesto adherido a la
motocicleta, como hemos visto en infinidad de películas bélicas donde el
ejercito alemán lo convirtió en el lugar donde instalar una ametralladora.
Por otra parte, el sidecar de Vespa se popularizó por su comodidad, su forma
de viajar de manera cómoda y agradable. El periódico “The Times” denominó el
sidecar de la Vespa “un producto completamente italiano, como no hemos visto
desde el carro romano”.
Vespa se convirtió en un símbolo
de esperanza y libertad en una Europa que se recuperaba de la guerra, su
fundador quiso que la Vespa estuviese al alcance económico de todos, lo
consiguió con una herramienta financiera novedosa, el pago a plazos, sistema
que no se había utilizado para la compra de motocicletas.
Se vendieron más de 18 millones de unidades.
Como ya he comentado, en ese primer recuerdo, íbamos a coger el histórico
tren que unía Mataró con la ciudad Condal y por lo tanto llegar a casa después
de muchos días de trabajo en la pequeña fábrica de botones familiar.
En 1834 se fundó la Real Junta de Fomento de la Habana Caminos de Hierro, y
en 1837 fue inaugurada la primera línea ferroviaria en territorio español, no
olvidemos que Cuba era una provincia española hasta 1898. Esta perdida se
produjo tras la guerra Hispano-Estadounidense, culminando con la firma del
tratado de París el diez de diciembre de ese mismo año.
En el ajetreado y bullicioso mundo de la Cataluña del siglo XIX, una
revolución estaba por tomar forma. Era el año 1848, y el paisaje catalán estaba
a punto de cambiar para siempre con la inauguración del primer tren que uniría
Barcelona y Mataró. En medio de esta transformación se encontraba Miquel Biada,
un hombre cuya visión y tenacidad convertirían su sueño en una imponente
realidad de hierro y vapor.
Miquel Biada i Bunyol, oriundo de Mataró y marinero de profesión, había
vivido en Londres durante sus años de juventud, donde fue testigo del
nacimiento y expansión del ferrocarril británico. Impresionado por el potencial
de esta nueva forma de transporte, Biada se obsesionó con la idea de traer esa
misma innovación a su tierra natal, después de ver, que en Cuba ya se había
construido una línea entre La Habana y EL Bejucal en 1837 y después, al año
siguiente se amplió hasta Guines. Sin embargo, no sería una tarea fácil.
La construcción del ferrocarril enfrentó múltiples desafíos, desde la
orografía del terreno hasta la resistencia de los escépticos que dudaban de la
viabilidad de semejante empresa.
El ancho de vía, un aspecto crucial de cualquier proyecto ferroviario, se estableció en 1,674 metros, lo que hoy conocemos como el ancho ibérico. Esta decisión técnica, influenciada por las características del terreno y las necesidades de la época, aseguraba una mayor estabilidad y capacidad para soportar el peso de los trenes, permitiendo un transporte eficiente y seguro a lo largo de los 28,4 kilómetros que separaban Barcelona de Mataró.
La construcción del ferrocarril fue un verdadero desafío de ingeniería.
Involucró la participación de numerosos trabajadores que, con picos y palas,
dieron forma a la traza ferroviaria. La línea contaba con tres estaciones
principales: Barcelona, Badalona y Mataró, cada una diseñada con una
arquitectura que combinaba funcionalidad y elegancia, reflejando el optimismo y
la modernidad del proyecto. El 28 de octubre de 1848, ante la expectación de
una multitud, el primer tren, saliendo de la Ciudad Condal, realizó su viaje
inaugural, marcando el comienzo de una nueva era para Cataluña.
El impacto del ferrocarril fue inmediato y profundo. En su primer año de
operación, más de 200,000 personas viajaron entre Barcelona y Mataró, una cifra
impresionante para la época. La facilidad y rapidez del nuevo medio de
transporte transformaron la vida cotidiana, permitiendo un intercambio más
fluido de bienes, ideas y personas. Comerciantes, trabajadores y aventureros de
toda índole se beneficiaron de la nueva conexión, acelerando el crecimiento
económico y cultural de la región.
El ferrocarril de Barcelona a Mataró no solo era una maravilla de la
ingeniería, sino también un símbolo del progreso y de modernización. Los
trenes, inicialmente propulsados por locomotoras de vapor que exhalaban densas
nubes de humo y vapor, se convirtieron en una visión común en el paisaje
catalán. Estos majestuosos vehículos, que surcaban los campos y bordearían la
costa, conectaron a las personas de una manera que nunca antes había sido
posible.
La visión de Miquel Biada se había concretado de manera espectacular. Aunque
Biada falleció antes de ver la finalización de su proyecto, su legado perduró,
marcando el comienzo de una red ferroviaria que continuaría expandiéndose y
evolucionando con el tiempo. Su nombre quedó grabado en la historia como el
pionero del ferrocarril en Cataluña, un hombre cuyo sueño transformó su tierra
natal y abrió el camino hacia un futuro de innovación y progreso.
Así, el tren de Barcelona a Mataró no solo fue una obra de infraestructura,
sino un hito que cambió la forma en que las personas vivían, trabajaban y se
relacionaban, forjando un nuevo capítulo en la rica historia de Cataluña.
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