Hace ya mucho tiempo que mi vida se entrelaza con el
mundo audiovisual, especialmente con la televisión, donde he trabajado casi
toda mi vida laboral. Todo comenzó hace muchos años, en mi infancia, cuando un
televisor hizo su entrada triunfal en el hogar de mis abuelos. Mi abuelo
paterno ya había manifestado su deseo de adquirir uno, pero verlo materializado
fue motivo de gran regocijo para toda la familia. Se abría ante nosotros una
ventana al mundo exterior, mostrándonos de manera visual y entretenida todo lo
que acontecía en el ámbito global, hasta entonces solo se escuchaba la radio.
Los domingos solíamos acudir a su hogar para compartir la comida y, en la sobremesa, coincidíamos con la emblemática serie Bonanza, esta producción se erigiría con el paso de los años como el referente del western familiar, por donde desfilaron innumerables actores, enriqueciendo así el repertorio de intérpretes habituales. Por supuesto, aquel televisor era en blanco y negro; el color llegaría a España en el año 1973. Se trataba de una caja cúbica de unos 60 centímetros aproximadamente por lado, con una pantalla frontal y unas antenas conocidas como "cuernos". Estaba situada sobre una especie de mesita con ruedas que permitía desplazarla por el comedor para que todos los presentes pudiéramos contemplarla, lo que nos obligaba a reorganizarnos en la mesa. En un principio, se había planeado ver la televisión después de la comida, pero cuando empezaba Bonanza, todo cambiaba; así que, adelantábamos la hora de la comida para no perdernos ni un instante de la serie.
"Bonanza" fue una serie de televisión
estadounidense que se emitió desde 1959 hasta 1973, producida por la NBC y que
después de la serie Ley y Orden, sería la más longeva de la cadena.
Se emitieron un total de 431 episodios en 14 temporadas. La trama se centra en
la vida de la familia Cartwright, propietaria de un rancho llamado "La
Ponderosa" en Nevada durante la época de la fiebre del oro. La serie
destaca por su enfoque en los valores familiares, la resolución pacífica de
conflictos y la exploración de temas sociales y culturales de la época, por
encima de la confrontación entre cowboys armados con pistolas.
"Bonanza" se convirtió en un clásico de la televisión y dejó un
legado duradero en la cultura popular.
La presentación con la caratula de un mapa que se incendia y se consume con el
fuego, apareciendo los protagonistas de la serie a caballo acercándose desde el
horizonte y con la música de una guitarra eléctrica que emula el galopar de los
caballos acompañaría a varias generaciones.
El corresponsal de Televisión Española a finales de los años 60, Jesús Hermida,
que fue un reconocido periodista y presentador de Televisión Española, se
destacó por su profesionalismo y habilidad para narrar eventos históricos de
manera impactante.
Un año después de su incorporación a la corresponsalía de Nueva York, el
domingo 20 de julio de 1969, , fue la primera ocasión que recuerdo haberlo
escuchado, fue la retransmisión desde Houston de
la llegada del hombre a la luna y para tal ocasión mi padre había comprado
pocos días antes un televisor, que nos acompañaría un largo tiempo, el
acontecimiento lo vieron 500 millones de personas, entre ellos los espectadores
de mi hogar, mi padre mi madre, mis hermanas y el que suscribe, así como en
otros tres millones hogares y bares en España, aunque a decir verdad nosotros
lo vimos en un programa especial, a cargo de Luis Miravitlles que se emitió por
la tarde del mismo día, donde explicó con
pelos y señales como era el cohete, las fases en las que se componía, los
planes de alunizaje y despegue de todo el entramado de ingeniería de la NASA. También
los agradecimientos del presidente estadounidense Richard Nixon, que reconoció
el papel desempeñado por la estación española de Fresnedillas, situada a unos
50 kilómetros al oeste de Madrid.
Fueron los minutos más solemnes y emocionantes que hicieron estar frente al
televisor para ver a dos personas que pisarían por primera vez el satélite que
nos acompaña y que cada noche podemos contemplar con solo asomarnos a la
ventana, aunque se encuentre a 384.000 Km. Eran las 3:56 de la madrugada en
España cuando el primer astronauta asomó por la puerta del Eagle, la nave que
alunizó, en el mar de la Tranquilidad.
El viaje del Apolo XI había durado tres días desde el despegue; fue a las 13:32
del 16 de julio de 1969, desde el Complejo de Lanzamiento 39 del Centro
espacial John F. Kennedy en Merritt Island, Florida.
La calidad de la imagen dejaba mucho que desear, pero el valor histórico era
incuestionable, como dijo Neil Armstrong, “Un pequeño paso para el hombre, pero
un gran salto para la humanidad”.
Los tres astronautas que formaron parte de la misión espacial con el cohete
Apolo XI, fueron el mencionado Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins,
este último se quedó en la nave y no llegó a pisar el satélite.
Esto sucedió 43 años después del lanzamiento del primer cohete por Robert
Goddard; pionero del cohete de propulsión moderno, basado en su conocimiento de
las matemáticas, la ingeniería y la física.
La carrera espacial comenzó en 1957, donde rusos y
norteamericanos se disputaban lo logros conseguidos en el espacio. El
presidente John F. Kennedy declaró como objetivo llevar a un estadounidense a
la luna y con el Apolo XI, alunizaron los dos primeros.
Durante la retransmisión del programa, llamaron a la
puerta de mi casa, eran unos vecinos del mismo rellano que haciendo mofa de lo
que estaba ocurriendo en la pantalla hicieron un comentario que nos dejó
impactados, exactamente sus palabras fueron: “¡Si hombre!, nos vamos a creer lo
que nos están contando por la tele, ya veréis como ahora nos tiraran
piedrecitas desde la luna, ¡Se piensan que somos tontos!”. En lugar de
indignación, una risa espontánea brotó de nuestros labios al ver partir a los
incrédulos vecinos. En ese instante, comprendimos que, aunque las palabras ignorantes
intentaran empañar la grandeza del momento, la magia de la luna y la valentía
de los astronautas brillaban con luz propia.
Por otra parte, hay teorías de incrédulos que desmienten el hecho con tesis que nos siguen dejando perplejos y nos hacen dudar de todo.
Una de ellas es que se montó un plató con una réplica
del Eagle, con una emisión paralela con actores y attrezzo de lo que se
consideraba ocurriría en el evento y que la dirección corrió a cargo de Stanley
Kubrick, que, en 1968, un año antes, alcanzaría el cénit de su carrera con
la película “2001: una odisea en el espacio”.
Otros argumentos que nos hacen dudar son: La bandera
estadounidense ondeante colocada por Aldrin, cuando en la luna no hay viento,
en realidad la bandera tenía una barra transversal superior que la sujetaba y
al estar arrugada daba la impresión que se movía.
El fondo de las imágenes nos muestra que no hay
estrellas, eso tiene la explicación que con el brillo del satélite los
diafragmas de las cámaras debían estar más cerrados con lo que no había visión
de las estrellas.
El módulo lunar no dejó cráter, aunque el peso del módulo
se media en toneladas, pero hay que tener en cuenta que en la luna el peso es
muy inferior.
Una extraña “C” en una roca, donde la NASA explica que
se trataba de una fibra que se coló en el negativo de las fotografías.
La falta de material gráfico, los negacionistas
consideran que deberían existir más imágenes de la misión.
¿Por qué no se ha vuelto a ir? Durante el programa
Apolo, desde 1969 hasta 1972, doce astronautas más, pasearon, recogieron
muestras y dejaron valioso material; como reflectores laser y aparatos de
medición, que se utilizarían en misiones espaciales posteriores.
Y aunque con el eco de las conspiraciones, quizás nunca
logremos convencer a todos. En la oscuridad del espacio, brilla la luz de la
verdad, frágil y etérea como un destello lunar. Y mientras las sombras de la
duda se alargan, la humanidad sigue mirando hacia el cielo, soñando con
alcanzar las estrellas.
En cualquier caso, es posible que no lleguemos a convencer nunca a nuestros vecinos, porque ya se sabe lo del viejo proverbio oriental “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”.
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