Parece
mentira como la casualidad puede pasar por nuestras vidas sin apenas verlo,
pero hoy paseando para llegar a una reunión en Madrid, he recordado una anécdota
de mi abuela Lola, ella también vino aquí a ver a un locutor, decía ella, en realidad
presentador de los telediarios, se llamaba Angel Losada (Clica para ver más), natural de Cebreros localidad
perteneciente a la provincia de Ávila. Ella vivía en una población cercana a
Barcelona llamada El Prat de Llobregat, donde está el aeropuerto y muy puesta
ella, ni corta ni perezosa con 70 y pico años se fue a pie desde el Prat hasta
el aeropuerto, saco un billete y se fue a ver a su admirado Ángel, el susto que
tuvimos todos fue mayúsculo ya que para nosotros había desaparecido, pasado un
tiempo prudencial mis tíos pusieron una denuncia por la desaparición de la
Señora Lola, a lo que la policía, como marca el protocolo de actuación hasta al
cabo de unas horas no se puso manos a la obra. Al día siguiente o un poco más allá
la benemérita llamó que ya había aparecido en Madrid, pero no tenia billete ni
dinero para volver, ósea que tenían que hacerse cargo mis tíos y mis padres para
que Doña Lola volviera a casa, al poco tiempo la pusieron en un tren destino a
Barcelona, donde la recogió la familia, y se ganó una bronca de ahí te espero,
por el susto que hizo pasar. Después ella explico que había ido a ver al
"locutor" y que no había tenido ningún problema, creo que llegaron a
tomar un café juntos y hablar de sus cosas, entre ellas el nombre común de sus
pueblos de nacimiento, él de Cebreros y ella de O’Cebreiro. Es decir que lo que
yo hago todos los meses, ya mi abuela hizo hace 40 años lo hizo según ella sin ningún
problema, pero hay que decir que entendía la televisión de otra forma y
explicare porque, antes de poner la tele para ver el “parte" según decía,
hoy lo llamamos telediario, limpiaba y arreglaba la casa, se ponía el mejor
vestido, se peinaba y se sentaba frente al televisor y entonces lo ponía en marcha ya que entendía
que al igual que ella veía a su admirado Ángel Losada él también la veía así
como todo su entorno, cuando Ángel explicaba, ella atendía e incluso
corroboraba los que él le decía, ampliando la noticia si era necesario y rectificando
cuando estaba segura de que la noticia no era la que sabía a ciencia cierta,
como hago yo cuando voy a la reuniones, casualidad o premonición.
Era una persona muy
humilde sin estudios, pero no analfabeta, más lista que el hambre, leía novelas
que se repartían por el barrio por entregas que hacían llorar como madalenas a
todos sus lectores. Nació entre mucha miseria en una aldea entonces, hoy un
pueblecito, que está en el Camino de Santiago como ya he dicho llamado O’Cebreiro,
recuerdo que cuando enviábamos cartas la dirección era “El Cebrero”, en
Piedrafita del Cebrero, por Sárria, Lugo. Parece que por Sárria las cartas llegaban
antes. Ella explicaba que hacía mucho frio, pero yo no entendía, hasta que fuimos
a O Cebreiro, cuando tenía once años en un viaje inolvidable , pues fue la
primera vez para muchas cosas, la primera vez que monte a caballo, la primera
vez que probé el pan de centeno casero, la primera vez que cene a la luz de una
vela tan roñosa que no se veía ni lo que comías, la primara vez que probé el
orujo, por cierto entre varios me engañaron el parador regentado por la familia
de mi tía me dijeron que aquello que para mi parecía agua se debía beber de un trago
para no tener frio, y aquello del frio era verdad pero no así lo de tomarlo
todo de un solo trago, a los diez u once años no se lo recomiendo a nadie,
porque el sabor no se lo encontré pero el ardor que sentí desde la boca hasta
el estomago aun lo recuerdo hoy. Cuando llegamos al pueblo después de un viaje
de unas 20 horas con un seiscientos cargado con cinco personas con todo el
equipaje y por unas carreteras llenas de baches, muchas de ellas en construcción
en las que mi padre en repetidas ocasiones tenía que consultar un mapa cuando
era de noche y preguntar a alguien cuando podía, llenando el depósito en gasolineras
que parecía que estábamos en el medio oeste, y mirando la temperatura del agua
por si acaso, para que no se recalentara el radiador, en fin un periplo
importante y después de muchas horas por fin llegamos. No conocíamos a nadie,
pero llevábamos la ilusión de la sorpresa para unas personas que solo conocíamos
de oídas. En aquel viaje la empecé a conocer, aunque ella ya no estaba allí, recordando
el microrrelato del escritor Augusto Monterroso. “Cuando despertó el dinosaurio todavía
estaba allí”. Como anécdotas de aquel viaje cabe destacar que cuando llegamos y
después de preguntar en la primera casa, nos dirigimos a una casa muy grande de
piedra y con unos muros que si no llegaban al metro poco faltaría, y con una
cocina también muy grande, entramos gritando algo así como "hay alguien en
casa", al cabo de un par de veces de gritar, apareció una mujer, de
aspecto aldeano pero con una mirada
bondadosa que se nos quedo mirando con cara de curiosidad, al fijarse en mi madre fue ella quien dijo con
gran ilusión, tu eres hermana de kiko, así llamaban a mi tío, segundo hijo de
la Sra. Lola, eres igual que tu hermano y que tu madre, ciertamente mi madre y
mi abuela eras caras calcadas y fue ella, mi tía Encarna, mujer de origen
cubano, la que hizo las veces de anfitriona y a la que no me cabe a día de hoy
mas que agradecimiento, pues en las pocas ocasiones en las que converse y me
hospede en su casa el acogimiento fue de primera categoría, como decía ella
transformo aquel encuentro en una maravillosa vivencia y llamó a su marido (mi tío
Kiko) y a su hijo Suso, mi primo. El marido apareció al momento, pero mi primo
no, a él no se le ocurrió otra cosa que saltar por la ventana lo que fue un
susto mayúsculo para los recién llegados, no así para los habitantes de la
casa. Para mi saltar por la ventana tal como lo dijo Kiko quería decir algo así
como matarse o romperse una pierna como poco, para ellos significaba escaparse
de casa cayendo en un pajar para desaparecer un buen rato, según mi tía a modo
de disculpa "es que es muy vergonzoso". Después de los primeros
comentarios de bienvenida y estando cansados de la paliza del viaje aparecieron
las primeras sorpresas, pues ellos tenían trabajo que no podía esperar, sacar
las vacas del establo y llevarlas a pastar a uno de los campos que tenían cerca
del pueblo.
Apareció Suso, me resulto ser un chaval muy ágil
comparándolo con mis amigos, ya que tenía el antecedente de que era capaz de
saltar por la ventana, era de mi edad más o menos, respiraba salud por todas
partes, mejillas coloradas, brazos musculados y vestido con ropa hecha a mano,
sin duda por su madre, que sabia tejer y manipular las telas para salir del
paso y asegurarse que no pasara frio. Con Suso descubrí lo dura que eran las
tareas del campo, fui con él a que pastaran las vacas, mi abuela ya lo hacía a
muy temprana edad, resulta que eran 6 vacas enormes que se pasaban el día en
aquel campo, parecían muy bien adiestradas, aunque en ciertas ocasiones se
saltaban las lindes para alimentarse de las coles del vecino, y a cierta hora
que ellas sabrían, porque yo no, volvían al establo, creo que solas o por indicación
de alguien. Durante el acompañamiento con mi primo, ya éramos amigos, me
explico cosas que a mí ni se me habían pasado por la mente, por ejemplo que tenía
que ayudar a hacer los tejados de las pallozas "casas típicas de la
zona" pues mi tío era uno de los pocos especialistas que sabia poner la
cubierta de la vivienda y mi primo era el ayudante, claro yo ayudaba a mi padre
en cosas de su trabajo y él ayudaba al suyo, me pareció sorprendente que un
chaval tan joven llevara una navaja y que cortara tan bien, parece que el
trabajo de pastoreo requiere llevar un cuchillo por si acaso o para pasar el tiempo
cortando el primer palo que te encuentras que a la vez sirve para pegar
suavemente y a veces no tan suavemente a la vaca que llevas delante para que espabile.
Me dijo que al día siguiente iríamos a dar un paseo a caballo, yo nunca había
montado a caballo y me pareció una idea genial. Claro de entrada bien, pero
cuando llego el momento la cosa no fue tan fácil, lo primero y más destacable
es que los caballos no tenían silla de montar, ni la tendrían en todo el día,
con lo que solo sabe lo que es montar a pelo durante seis o siete horas puede
hacerse una idea de lo que fue aquello, divertido pero doloroso. Llegue a
conocer en mis piernas y mi trasero todos los huesos de la columna del jamelgo,
muy bien domado pero al no tener donde cogerse fue una aventura subir,
mantenerse y bajar del animal, además de ser un terreno muy inclinado, toda una
aventura, fue todo nuevo pero una de las
cosas que más me llamo la atención fue que al caer la noche subió una espesa
niebla que no nos dejaba ver absolutamente nada, para que nos hagamos una idea,
una bombilla encendida de sesenta vatios no se veía a una distancia de un
metro, lo medí expresamente pues me parecía mentira una espesor de niebla tan grande,
perderse parecía una cosa muy fácil, si además tenias que cuidar a los animales
que no veías la situación por la que paso mi abuela en su infancia debía ser
espeluznante cuando aparecía aquella niebla. El cura del pueblo en esas
ocasiones tocaba la campana para orientar a la gente del pueblo.
Me conto mi tío que ella con cuatro o cinco
años ya cuidaba las vacas, un total de seis o siete, cada una con su nombre y a
la que todos los vecinos conocían, formaban parte de la familia que a la postre
vivían juntos cuando mi abuela Lola era pequeña. El lugar donde vivía la
familia se denominaba "Palloza" y describiré brevemente como era, la construcción
consistía en un muro exterior circular de no mas de un metro y ochenta centímetros
de altura, de piedra de la zona y de unos diez metros de diámetro de un grosor
aproximado de un metro, la única abertura era una puerta con dos alas que se abría
del todo para el paso de personas y animales y si la parte de abajo permanecía
cerrada servía para que no se escaparan las bestias, pero el ala superior permitía
el paso de la luz y el aire para ventilación. La parte de la cubierta consistía
en una estructura muy bien construida a base de entramado de vigas de madera
sobre la cual se trenzaba con brezo de centeno, de un espesor de más de un
metro y que era un aislamiento total, pensemos que debía soportar temperaturas
extremadamente bajas, alrededor de 20 grados negativos y el grosor de la nieve caída
podía suponer más de un metro. Debo comentar que mi tío era hasta el año 1980
uno de los mejores constructores de tejados de la zona, lo llamaban cuando se tenía
que reparar o construir una palloza en los alrededores, sigamos con la descripción
de la palloza, lugar donde nació mi abuela Lola en el año 1898. De planta
circular y su interior estaba seccionada por la mitad, a la izquierda tal como
se abría la puerta estaban los animales, según descripción de mis tíos las
vacas estaban en un apartado, los cerdos en otro, las gallinas y no recuerdo si
también habían conejos en otro, alguna oveja también había, con aquello y
trabajando todo el tiempo se podía vivir, las vacas daban leche y sus derivados,
mantequilla, queso etc., las gallinas huevos, y los cerdos la carne necesaria
para subsistir, en otro momento hablaremos de los alimentos del lugar. El resto
de la vivienda, más o menos la otra mitad, estaba destinado a las personas, una
cocina y dos habitaciones, pero en la cocina era donde se pasaban todo el
tiempo exceptuando el momento de descanso. Parece increíble la cantidad de
cosas que se pueden colgar de las vigas del techo, cuando me lo enseñaron había
desde chorizo y morcillas que se iban ahumando con el paso del tiempo hasta
mazorcas de maíz por no decir algún jamón y toda la verdura que se puede poner
a secar, todo ello tenía un color propio de haber pasado mucho tiempo sin
cuidar, para acabar de describir el interior de la palloza diré que en lo más
alto se situaba una ventanita que se abría entre el brezo en la que mi tía
Encarna me dijo que por culpa de aquella abertura tan diminuta se había dejado
la vista, tiempos duros también para ella, que se vino de Cuba, que había sido
una provincia española hasta 1898, para ir a parar a aquel lugar inhóspito,
cuando vino con veinte años. Cuando veo poblados o mejor dicho despoblados en
ruinas en los que aparece lo que podríamos denominar un castro prerromano y que
todo aquello ha desaparecido y solo han quedado las piedras, pues así es como quedaría
el Cebrero en el tiempo en que yo lo vi, circunferencias de piedra de noventa centímetros
de grosor y una vivienda muy cerca de la otra formando un castro de ocho o
nueve viviendas para un total de treinta o cuarenta personas, es decir como
hace mil años en un poblado celta. Pues así es como vivió mi pobre abuela
consecuencia de una partida de cartas según me explico su segundo hijo Kiko. Su
primer apellido era “De Andrés”, lo que denota su procedencia noble, el “De”
viene a ser como denominación del condado o del marquesado, pues mi antepasado se
apostó en una partida de cartas el condado, las tierras, el mejor caballo y lo más
triste, a su esposa, y lo perdió todo hay que ser bobo.
Total, que el ganador de
la partida se lo quedo todo, bueno todo no, mi abuela se quedo con su madrina
con tres o cuatro años y espabila si puedes que aquí no hay ningún lujo y aprendió
desde muy pronto a pastorear vacas, a tejer con agujas, a hilar con el uso, a amasar
el pan de centeno, a ordeñar, a criar y matar a los animales y sobre todo a
resistir al frio, al frio de verdad. Me cuesta mucho imaginarme como un
individuo en su sano juicio puede apostarse y perder en una partida a la propia
esposa, como todo se puede ir al garete a no ser que el alcohol o alguna otra
sustancia haga estragos en un cerebro, que por otro lado menosprecia la vida de
la esposa y deja en la absoluta miseria a una niña de tres años, desvalida de
todo y de todos, sin duda aquella partida marco para siempre a mi abuela, en este
relato no pretendo juzgar a nadie, más bien entender como un ser humano es capaz
de sobrevivir a pesar de todas las circunstancias, guerras y cambios de
gobierno en una España dividida.
¿Cómo debió ser aquella partida?, me la
imagino en un lugar lúgubre, por aquel entonces la luz eléctrica no existía el
aquellos parajes, con mucho ruido hasta que ocurría algo importante que era
cuando todos pasaban a estar a la expectativa, supongo que las mujeres de vida fácil
de la época se arrimaban allí donde había dinero y en aquellas partidas de
naipes seguro que corría el dinero, el vino, el orujo sino algo más fuerte y
puede que también hubiese alguien tocando una gaita o una guitarra para poder
bailar con las mujerzuelas, en fin todo lo que podía tener una taberna donde lo
más importante era correrse una buena juerga y si eras jugador ganar o perder un
buen dinero al juego de moda por aquellas tierras, embaucado por todas esas
circunstancias y tal vez por otras del tipo jugadores profesionales o tal vez tahúres
dispuestos a ganar a cualquier precio, no es de extrañar que alguien con poco
sentido de la vida humana y teniendo en expectativa un numeroso grupo de público,
unos animando y otros gritándole que no era capaz de apostar lo que no debía, le
obligó a hacer aquello que en su sano juicio ni se plantearía, perderlo todo.
Luego como le diría a su esposa que lo perdió todo, llegaría borracho, sucio y habiéndole
cambiado la vida en su totalidad, ella pertenecía a otro y pasó de ser un
señor, a ser la persona más miserable que conoció. Un poco como aquellos
romanos del tiempo de Adriano en la antigua Roma que se apostaban a sí mismos
ante un combate de gladiadores y que si perdían la apuesta pasaban a ser ellos
sus esclavos, la miseria más absoluta, pues así quedo mi bisabuelo, un despojo,
después de aquello no se supo nada mas de él, que yo sepa.
El año 1898 no olvidemos
que fue el que le dio nombre a todo un movimiento, la generación del 98, con
todos los ilustres escritores de la época que asumieron el desastre colonial
pretendiendo transformar la España de la época, Antonio Machado, Azorín, Unamuno,
que en una de sus frases celebres dice “A los civiles se les puede militarizar,
pero a los militares no se les puede civilizar”. Mas adelante explicaré lo que
me pasó cuando hice el servicio militar con esa frase de Miguel de Unamuno, principal
exponente de la generación del 98, otros serían Ramiro de Maeztu destacado
diplomático, Pio Baroja, conocido por su producción novelística, Ramón María
del Valle-Inclan, dramaturgo, poeta y novelista. Fueron quienes cambiaron, con
su literatura el método de observación de la realidad por una visión subjetiva,
haciendo la crítica y poniendo el lenguaje natural al servicio del pensamiento,
en un escenario amargo y pesimista que pretende remover a la España de entonces
la conciencia nacional, las inquietudes y vicisitudes de la realidad social
ante la vida, la muerte, Dios, el estado de ánimo, a veces desolador y triste en
una España desolada y triste. Pues más desolado y triste fue el entorno de
Dolores De Andrés Léndez, que parece que hasta en el nombre acertaron el día de
su bautismo, aunque ella a lo largo de la vida supo trampear todas esas escenas
en la España desolada y triste.
Paso a contar la anécdota
que comentaba, resulta que hice el servicio militar en el Cuartel del Bruch, en
infantería en el regimiento Jaén 25, allí por decisión del capitán de la
compañía me ordenó que montara un tablón de anuncios donde se explicaran cosas
de interés de la compañía, cosas graciosas etc. Me pareció graciosa una frase
que me dijo un compañero, con pinta de intelectual, que me comentó que era de
Unamuno y que yo desconocía su significado coyuntural que más tarde descubrí,
como ya he apuntado la frasecita era “A los civiles se les puede militarizar,
pero a los militares no se les puede civilizar”, con la doble versión con
sarcasmo propio de Unamuno, ¿Cuál sería mi sorpresa después de haber colocado
en lugar preferente el tablón?, que además contenía muchas otras cosas, la
llamada del capitán a una sala apartada me sobresaltó, Cabo, me dijo, ¿usted
sabe el significado de la frase que ha colocado en el tablón?, pues
exactamente, no, mi capitán, pero la encontré ocurrente y graciosa. ¿Usted sabe
que por una cosa así puede ingresar en el calabozo por un tiempo
indeterminado?, pues no, mi capitán. Supongo que no queriendo hacer más dolor
en mi persona y dándome una orden muy severa dijo, quite usted inmediatamente
la frase del tablón y antes de colocar más cosas graciosas quiero verlas. La
orden dada por el capitán se cumplió inmediatamente y al calabozo solo fui para
hacer guardias a los presos que allí estaban, por cierto, cien guardias, pero
pude corroborar la frase de Groucho Marx en la que dice “inteligencia militar,
es una contradicción en sus términos”.
El año 1898 también fue
el que Estados Unidos de América nos declaró la guerra tras el hundimiento del
acorazado Main en Cuba y en el que Emilio Aguinaldo proclamó la independencia
de Filipinas de España, menudo aguinaldo le tocó a la piel de toro. Fue el año
en que se perdieron las últimas posesiones en Cuba y Puerto Rico, durante el
conocido Desastre del 98. Pero en O’Cebreiro pueblo a 1300 metros de altura, solo
pasaban cosas cotidianas salvo algún peregrino con muy pocas pertenecías que
solicitaba hospedaje y algo que llevarse a la boca. Años antes en aquel lugar había
una hospedería que corría a cargo de los monjes de San Benito, siendo parada
obligada en la ruta jacobea del camino de Santiago francés. En 1836, 62 años
antes del nacimiento de mi abuela, se produjo la exclaustración que significó
la muerte del priorato por la ley de desamortización de Mendizábal, los monjes
benedictinos tuvieron que irse y en 1854 los bienes eclesiásticos dejaron de
existir con lo que con el paso del tiempo y el abandono hizo mella y quedo todo
en ruinas. Se tienen datos de que desde el año 836 había sido Hospedería del
Cluny, regentado por monjes Benedictinos franceses que participaron plenamente
de la asistencia corporal y espiritual a los peregrinos que pasaban por
aquellas tierras. Mi abuela pobre de ella, lo que conoció fue pobreza, miseria
y ruinas, años más tarde se reconstruiría la iglesia y la hospedería que como
ya he reflejado con anterioridad, era regentada por familiares de mi tía y fue
donde conocí a mi prima Encarnita, que trabajaba allí.
En el escudo de Galicia figura el Santo Grial
de O’Cebreiro, por el milagro ocurrido en el monasterio de San Geraldo de
Aurillac, así es como se llamaba el convento. Cuenta la tradición que sobre el
altar estaba celebrando la eucaristía un monje, el día era de un frio
insoportable, la nieve se amontonaba y soplaba un viento gélido por lo que el
monje pensó que nadie asistiría a la celebración, pero Juan Santín, un vecino
muy devoto de una aldea acudió. El monje de poca fe, menospreció el sacrificio
que hizo el campesino, y comento algo así como “total por un poco de pan y vino
el frio que habrá pasado”. Pero en el momento de la Consagración, la Hostia se
convirtió en carne sensible a la vista, y el contenido del Cáliz en sangre, que
hirvió y tintó los corporales. Los corporales con la sangre quedaron en el Cáliz
y la Hostia en la patera. El Cáliz esta datado en el siglo XII y presenta las
inscripciones “Hoc sacratur quo cuntis vita parabatur”, “In nomine nostri et
beate Marie Virgine”. “Esto ha sido consagrado para que la vida sea reparada
para todos”. “En el nombre de nuestro [Cristo] y de la beata María Virgen”. La
noticia del milagro con el paso del tiempo recorre Europa y hace peregrinar a
alemanes y franceses. En 1486 los Reyes Católicos de peregrinaje a Santiago de
Compostela, se detuvieron en el monasterio y donaron los fanales donde se guardan
las reliquias. La opera “Parsifal”, de Richard Wagner, parece que está
inspirada en los hechos acaecidos en el pueblo de mi abuela materna.
Piedrafita do Cebreiro (Clica para ver más)
que es la cercana población de la que depende O’Cebreiro, quiere decir algo parecido
a Pedra (piedra) fita (hecha, chantada, tallada) puede ser de un menhir o de
una piedra para dar entrada a alguna construcción. Do Cebreiro (de cebra o
caballo de tiro o labranza).
Cuando nació, el mundo estaba
hecho unos zorros, por un lado la pérdida de las colonias españolas de ultramar
en el conflicto bélico con Estados Unidos que dieron lugar en España a la expresión «Desastre
del 98», la repartición de los nuevas zonas en el mundo, al no participar EEUU
en los territorios de África y Asia si querían los territorios del Caribe, así
que vieron en Cuba y Puerto Rico una forma asequible para sus propósitos, Filipinas, las Carolinas y las Marianas, Guam
entre otras y las Palaos en el Pacífico también fueron
presas fáciles, España estaba en horas muy bajas, no estaban lejanas las guerras
Carlistas los periodos de intervalos republicanos, la regencia y expulsión de
España por corrupta de María Cristina.
Nieves Concostrina realiza, en la cadena Ser, Cualquier tiempo pasado fué anterior (Clica para ver más), donde explica los niveles de corrupción en la España en tiempos de María Cristina de Borbón.
Alfonso XIII que tenía 12 años cuando asumió
el poder efectivo a los dieciséis años de edad, el 17 de mayo de 1902, en ese
momento mi abuela tenía 4 añitos, es decir eran prácticamente contemporáneos y
mi abuelo Evaristo 9, que era el padre de mi padre, Lola la madre de mi madre, al cual creo que le sería igual quien mandara
en España, tenían otros problemas muchos más graves, el hambre, las
enfermedades, la falta de todo tipo recursos y la ignorancia que hacía mella en
toda la población con pocos posibles.
Con cuatro años explicaba
mi abuela que cuidaba ya de las vacas que la familia tenía para subsistir, las
llevaba al monte a pastar y vigilaba de ellas, decía que allí en el Cebreiro,
es así como ella llamaba a su pueblo, hacía tanto frio que en algunas ocasiones
orinaba en un bote y metía sus manitas para calentárselas, a esa corta edad
empezó a desarrollar una destreza con las piedras, era capaz de controlar a las
vacas haciendo que no pasaran a un pasto vecino a pedradas, luego eso le sirvió
para controlar a distancia algunas circunstancias que la puntería había desarrollado
desde su corta edad.
La idea de escribir sobre
mi abuela Lola, me vino por la cantidad de anécdotas y situaciones
sorprendentes que había oído hablar de ella con mi familia, sobre todo materna,
en la que todo en ella parecía extraído de una novela en la que la protagonista
era poco menos que la espía Mata Hari, famosa bailarina y actriz, nacida en el
año 1876, 22 años antes que ella condenada a muerte y ejecutada durante la I
Guerra Mundial. Por cierto, la palabra mata Hari significa, en idioma malayo,
sol y literalmente "ojo del día". Con mucho ojo fue Lola
durante toda su vida para que la vida no la condenase a ella.
De las situaciones
destaco a modo de ejemplo una que me contó mi madre relacionada con la puntería.
Cuando mi madre tenía
unos cinco años, corría el año 1938, durante la guerra civil en España. En
Barcelona se pasaba hambre, pero hambre es poco, mucha hambre, era tanta que en
la ciudad no se veían gatos, de ellos solo se atisbaba la piel a secar en las
terrazas. Los pocos víveres que aún
quedaban debían servir para alimentar las tropas destacadas en los puestos
Nacionales contra los últimos reductos Republicanos o Anarquistas. Por
invitación de su amiga Sisqueta, con la que habían trabajado juntas en el
cuartel de intendencia cuando mandaban los republicanos y conociendo el terreno,
decidieron hacerse con un cordero que debía ser transportado en tren al día
siguiente, ellas conocían donde se guardaban por la noche y si no los oirían
balar y ya verían, mi madre fue la elegida entre las hermanas para hacerse
cargo y en algún momento, si ellas no
podían entrar entre las pequeñas rendijas que quedaban entre los vagones del
tren fuera ella la que por su tamaño se colase dentro e informara de la
situación, que oveja era la más adecuada por donde se tenía que pasar o por si acaso
había vigilancia.
Ya de noche, 3 o 4 de la
madrugada se dirigieron a las cercanías de la estación donde había muchos
vagones pendientes de locomotora que los trasladasen al lugar de destino y
dentro de ellos se encontraba el codiciado botín, prácticamente sin vigilancia,
pues eran pocos los soldados para cubrir tanto espacio. Pero sí quedaba alguno,
aunque somnoliento por la hora de la guardia. A Lola se le ocurrió que lo
adecuado era entretener a aquellos soldados ya que si la oveja balaba se darían
cuenta del atentado que se estaba produciendo bajo su responsabilidad, total
que cogió unas cuantas piedras de la vía, recordemos que ella tenía muy buena
puntería, y tiró una a lo lejos para que los soldados se despertasen con el
ruido y corrieran hacia aquel lugar, a continuación tiró otra en dirección
contraria a la anterior y así varias veces, tiempo necesario para que su amiga
localizara el lugar de donde sacar la ovejita, cosa que así ocurrió, total que
piedra por aquí… piedra por allí los soldados iban locos de un lugar a otro, mi
madre se coló dentro del vagón consiguió localizar en animal deseado y con su
amiga rescatarlo de las fauces del convoy y mi abuela y sus proyectiles
hicieron correr a unos cuantos guardias, nadie sabe cuántos de aquí para allí,
el hecho fue que durante unos pocos días el hambre no fue tan dura, pero mi
madre cuenta que no ha pasado tanto miedo en su vida.