MIS ABUELOS CONMIGO
No conocí a mi abuelo
materno, si y mucho a mis abuelos paternos, sobre todo a mi abuela paterna Emilia
ya que con ella pasé algunas épocas de mi niñez y algunas temporadas de mi
adolescencia.
Para mí, el abuelo materno
era el marido de mi abuela Dolores, se llamaba Federico y que yo recuerde y en
mis primeros recuerdos de niño, el lugar en que vivían no me resultaba
llamativo.
Era como una casita con dos
habitaciones, un pequeño comedor con una cocina económica
http://dpmespecialidades.es/historia-de-las-cocinas-de-lena/
y un patio, el baño era un diminuto cubículo donde
solo había un wáter y no recuerdo bien si era un wáter o un agujero donde iba a
parar todo.
En mis primeros recuerdos
de niño veo a mi abuela Lola como una mujer con el pelo blanco recogido y con
un delantal o mandil de donde salían todo tipo de cosas y que servía, tanto
para coger una olla caliente como secar las lágrimas de niños, para secarse las
manos y para esconder a un niño vergonzoso ante una visita inesperada. También valía
como bolsillo y para guardar una galleta, un trozo de pan o un caramelo, para
hacerse aire cuando hacia calor, para secarse las lágrimas, para limpiar el
polvo, como pañuelo o para guardarlo en su bolsillo, cuando se limpiaba la
verdura valía como transporte para llevar los restos a las gallinas del corral,
y de paso al volver traer los huevos que habían puesto, como transporte de leña
para el carbón del fuego como pequeño trasportín en caso de una pequeña compa y
no digamos como protector de la ropa.
Pero sigamos con la descripción de la vivienda. Vivián con muy pocas cosas, pero todo estaba en su sitio y muy ordenado. Me llamaba la atención el echo de estar tan cerca de la playa y la cercanía del mar donde íbamos a menudo a buscar piedras y cristales romos por el desgaste que éstos tenían al ser erosionados por la arena y el agua, con ellos jugábamos mis primos y yo. Por cierto, nunca nos bañamos y para un niño eso era fundamental. Solía coincidir con mis tres primos en ocasiones y al ser de una edad similar jugábamos en el patio o en la calle, una especie de pequeña avenida donde circulaba gente de todo tipo, generalmente muy desaliñada y algunos niños despeinados y sucios, pero siempre corriendo y riendo, sobre todo cuando venía un fraile Carmelita con una barba blanca muy larga que si hoy lo viésemos vestido de rojo no dudaríamos que era Papá Noël. Vestía con un hábito marrón y unas sandalias con las que levantaba el polvo de la calle, todos los niños le seguíamos porque nos daba pequeños caramelos que hacían las delicias de todos.
En la casa no había agua
corriente y se tenía que ir a buscar a una fuente que estaba en la calle, todo
el mundo hacía larguísimas colas para recoger el agua en todo tipo de cubos,
vasijas y bidones que una vez llenos tenían que llevar hasta la vivienda.
La casa estaba ubicada en
el Somorrostro,
https://es.wikipedia.org/wiki/Somorrostro_(Barcelona)
era un barrio de barracas tocando al mar donde
estaban los mas desprotegidos de la sociedad.
Se tiene constancia que
empezó a llegar gente en 1882 y que fue creciendo sobre todo durante las fechas
previas a la exposición del 29 ya que se necesitaba mano de obra para su
construcción y duró hasta 1966 cuando fue destruido y sus habitantes fueron ubicaros
en el Estadio Olímpico durante una temporada, hasta la construcción de unas
viviendas en el cercano pueblo de El Prat, en un nuevo barrio denominado San
Cosme.
Cuentan que era un barrio
donde solo entraban los residentes, ya que el resto de barceloneses no se atrevía
por miedo, en otra época había una entrada cerca de los depósitos de Gas, donde
se encontraba la Guardia Civil para controlar a los vecinos y forasteros.
Nunca viví un episodio de temporal, pero eso tenía que ser terrible ya que
entre en viento y el oleaje del mar podían enviar al traste a todo el barrio. Tengamos en cuenta que unos años antes un temporal
había destrozado la zona del Morrot, https://elpais.com/ccaa/2012/06/27/catalunya/1340826374_392423.html
Lugar donde se encontraba una estación de
ferrocarril que se utilizaba para mercancías llegadas por mar y que se distribuían
por toda la red ferroviaria, pues bien, en una ocasión se fue todo al garete
por un temporal, incluso las vías y la estación. Allí también había barracas,
pero éstas estaban excavadas en la montaña, como algunas del barrio del
Carmelo.
Me sorprendió mucho, una
noche que me quede a dormir, la altura de las camas, eran muy altas y para un niño
corno yo altísimas, al recordarlo veo que era necesario ya que podía entrar
agua en la vivienda si venía tormenta o por el temporal de mar que con grandes olas
tener el agua en los pies o una inundación era muy posible.
Para llegar al barrio se
podía hacer por un callejón al lado del hospital de infecciosos hoy llamado
Hospital del mar, se llamó Hospital municipal de infecciosos desde 1914 a 1939,
se creó a partir de una epidemia de tifus y para evitar de nuevas en el futuro
ya que Barcelona debía estar preparada contra enfermedades de ese tipo. Fue derribado
por un bombardeo durante la guerra civil y reconstruido en la postguerra, lo rebautizaron
con el nombre de Nuestra Señora del Mar.
Enlace hospital infecciosos
https://www.parcdesalutmar.cat/es/hospitals/hospital-del-mar/historia/
Por otra parte, mis abuelos paternos, con los que pasaba muchas temporadas, vivían muy cerca del “Mercat de Sant Antoni”, tengo muy buenos recuerdos de ellos ya que yo para ellos era su primer nieto y el niño al que mimar y cuidar, mi abuela materna Emilia, se deshacía en darme todo aquello que me complaciera. En aquel piso vivía también un primo de mi padre, Enrique, que para mí era como un tío con el que iba a pasear y comprar tebeos, o cambiar cromos al mercadillo, que se hacía en el exterior del “mercat” todos los domingos.
Mi abuelo paterno Evaristo,
era hombre de pocas palabras, pero muy sencillo y enigmático. Recuerdo su cara cuando
me regalaron mi primera bicicleta de dos ruedas, creo que estaba más satisfecho
que yo y eso que para mi era la felicidad completa, seguramente veían en mi
todo aquello que no pudieron tener ellos.
La peculiaridad de aquel
lugar era que tanto mi tío como mi abuelo trabajaban de noche, Enrique de
panadero, frente a la vivienda y mi abuelo de lechero en la calle
Valldoncelles, no muy lejos de la calle Manso.
Cuando me quedaba unos días
con ellos, reinaba el silencio desde las tres y media de la tarde, ya que ellos
se iban a dormir puesto que tenían que trabajar, uno desde las 12 de la noche y
el otro desde las 2 de madrugada. Eso quería decir que un niño como yo no podía
hacer ni el más mínimo ruido ya que podían despertarse y mi abuela, la cual no
gozaba de buena salud también hacia una siesta. Ya me ves a mí distrayéndome con
los tebeos y los cromos que había obtenido el domingo anterior y también con
muchos momentos de aburrimiento que me sirvieron como formación para entender
que el aburrimiento era una fuente de ideas donde desarrollar proyectos y aprender
a hacer volar la imaginación.
El piso de la calle Manso
era un lugar muy atractivo para mí, ya que podía ir a jugar con unos amigos a
una escalera a la que llamaban “la escala interior” y que pertenecía al mismo edificio,
pero no daba a la calle, sino a la parte interior del mismo inmueble.
Recuerdo los aromas que en
el lugar había, por una parte, olor a café recién tostado que provenía de un
tostadero vecino “Bracafé” y por otro el olor a palma fresca recién cortada, ya
que éramos vecinos de una cestería que en su parte posterior tenía el almacén.
La escalera interior era
el lugar perfecto para escondernos e inventar todo tipo de juegos, corríamos por
aquel lugar oscuro y a veces fantasmagórico por sus recónditos lugares y los recovecos
del lugar, hasta que alguien nos venia a buscar o acudíamos a casa por
iniciativa propia, no había peligro de perdernos, de esa escalera no se podía
salir mas que por la entrada de la finca.
Mis abuelos paternos eran
como unos segundos padres, sobre todo mi abuela, que me llevaba con ella a
todas partes.
Con unos vecinos de la
escalera interior ya mencionada a los que íbamos a ver y conversar
habitualmente había una amiga de la familia, la señora Mercedes, con la que tenían
muy buena relación y ella siempre tenía una frase a modo de coletilla que decía…
“Jo només demano salut per
mi i feina pel meu home” Yo solo pido
salud para mí y trabajo para mi marido.
De pequeño no le di
importancia, pero con el paso del tiempo veo que tenía mucho conocimiento ya
que, si su marido tenía trabajo y ella salud, el resto de asuntos pasaban a un
segundo lugar.
Eran una familia muy
hogareña y acogedora, a mi el señor Miquel, me cortaba el pelo y una de las
cosas que no había visto en mi vida, lo vi en su casa, era un televisor en
blanco y negro, por supuesto, aún no existía la televisión en color, a la que
habían puesto un filtro delante para que se viera en color, consistía en un plástico
tipo acetato en el que la tercera parte superior era de color azul cielo, otra
tercera parte del centro era de color rojo y la tercera parte inferior de color
verde. Nunca coincidió con ningún paisaje, que supongo que era para lo que
estaba pensado y la cara de las personas cuando era un primer plano pasaba a
ser tricolor. Un desastre, pero cuando te acostumbrabas parecía que era así
todo lo que se veía.
Puede verse en el
siguiente enlace del Blog de David García Goñi.
http://davidaldia.blogspot.com/2013/01/television-de-blanco-y-negro-en-colores.html
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