jueves, 24 de marzo de 2022

 

MIS ABUELOS CONMIGO

 

No conocí a mi abuelo materno, si y mucho a mis abuelos paternos, sobre todo a mi abuela paterna Emilia ya que con ella pasé algunas épocas de mi niñez y algunas temporadas de mi adolescencia.

Para mí, el abuelo materno era el marido de mi abuela Dolores, se llamaba Federico y que yo recuerde y en mis primeros recuerdos de niño, el lugar en que vivían no me resultaba llamativo.

Era como una casita con dos habitaciones, un pequeño comedor con una cocina económica

http://dpmespecialidades.es/historia-de-las-cocinas-de-lena/

 y un patio, el baño era un diminuto cubículo donde solo había un wáter y no recuerdo bien si era un wáter o un agujero donde iba a parar todo.

En mis primeros recuerdos de niño veo a mi abuela Lola como una mujer con el pelo blanco recogido y con un delantal o mandil de donde salían todo tipo de cosas y que servía, tanto para coger una olla caliente como secar las lágrimas de niños, para secarse las manos y para esconder a un niño vergonzoso ante una visita inesperada. También valía como bolsillo y para guardar una galleta, un trozo de pan o un caramelo, para hacerse aire cuando hacia calor, para secarse las lágrimas, para limpiar el polvo, como pañuelo o para guardarlo en su bolsillo, cuando se limpiaba la verdura valía como transporte para llevar los restos a las gallinas del corral, y de paso al volver traer los huevos que habían puesto, como transporte de leña para el carbón del fuego como pequeño trasportín en caso de una pequeña compa y no digamos como protector de la ropa.

Pero sigamos con la descripción de la vivienda. Vivián con muy pocas cosas, pero todo estaba en su sitio y muy ordenado. Me llamaba la atención el echo de estar tan cerca de la playa y la cercanía del mar donde íbamos a menudo a buscar piedras y cristales romos por el desgaste que éstos tenían al ser erosionados por la arena y el agua, con ellos jugábamos mis primos y yo. Por cierto, nunca nos bañamos y para un niño eso era fundamental.  Solía coincidir con mis tres primos en ocasiones y al ser de una edad similar jugábamos en el patio o en la calle, una especie de pequeña avenida donde circulaba gente de todo tipo, generalmente muy desaliñada y algunos niños despeinados y sucios, pero siempre corriendo y riendo, sobre todo cuando venía un fraile Carmelita con una barba blanca muy larga que si hoy lo viésemos vestido de rojo no dudaríamos que era Papá Noël. Vestía con un hábito marrón y unas sandalias con las que levantaba el polvo de la calle, todos los niños le seguíamos porque nos daba pequeños caramelos que hacían las delicias de todos.

En la casa no había agua corriente y se tenía que ir a buscar a una fuente que estaba en la calle, todo el mundo hacía larguísimas colas para recoger el agua en todo tipo de cubos, vasijas y bidones que una vez llenos tenían que llevar hasta la vivienda.

La casa estaba ubicada en el Somorrostro,

https://es.wikipedia.org/wiki/Somorrostro_(Barcelona)

 era un barrio de barracas tocando al mar donde estaban los mas desprotegidos de la sociedad.

Se tiene constancia que empezó a llegar gente en 1882 y que fue creciendo sobre todo durante las fechas previas a la exposición del 29 ya que se necesitaba mano de obra para su construcción y duró hasta 1966 cuando fue destruido y sus habitantes fueron ubicaros en el Estadio Olímpico durante una temporada, hasta la construcción de unas viviendas en el cercano pueblo de El Prat, en un nuevo barrio denominado San Cosme.

Cuentan que era un barrio donde solo entraban los residentes, ya que el resto de barceloneses no se atrevía por miedo, en otra época había una entrada cerca de los depósitos de Gas, donde se encontraba la Guardia Civil para controlar a los vecinos y forasteros.

Nunca viví un episodio de temporal, pero eso tenía que ser terrible ya que entre en viento y el oleaje del mar podían enviar al traste a todo el barrio.  Tengamos en cuenta que unos años antes un temporal había destrozado la zona del Morrot, https://elpais.com/ccaa/2012/06/27/catalunya/1340826374_392423.html

 Lugar donde se encontraba una estación de ferrocarril que se utilizaba para mercancías llegadas por mar y que se distribuían por toda la red ferroviaria, pues bien, en una ocasión se fue todo al garete por un temporal, incluso las vías y la estación. Allí también había barracas, pero éstas estaban excavadas en la montaña, como algunas del barrio del Carmelo.

 

Me sorprendió mucho, una noche que me quede a dormir, la altura de las camas, eran muy altas y para un niño corno yo altísimas, al recordarlo veo que era necesario ya que podía entrar agua en la vivienda si venía tormenta o por el temporal de mar que con grandes olas tener el agua en los pies o una inundación era muy posible.

Para llegar al barrio se podía hacer por un callejón al lado del hospital de infecciosos hoy llamado Hospital del mar, se llamó Hospital municipal de infecciosos desde 1914 a 1939, se creó a partir de una epidemia de tifus y para evitar de nuevas en el futuro ya que Barcelona debía estar preparada contra enfermedades de ese tipo. Fue derribado por un bombardeo durante la guerra civil y reconstruido en la postguerra, lo rebautizaron con el nombre de Nuestra Señora del Mar.

Enlace hospital infecciosos

https://www.parcdesalutmar.cat/es/hospitals/hospital-del-mar/historia/

 Mis abuelos maternos en el momento de mis visitas al barrio, yo tendía 5 o 6 años, se dedicaban a trabajar haciendo el distintivo de embutidos como chorizo o salchichón, se trataba de sujetar en una cuerda roja, si era para embutidos picantes y blanca para embutidos sin pimientas picantes y se le adhería una chapa de latón que se tenía que troquelar con la marca del fabricante. A la entrada de la vivienda había varios sacos con el latón y las cuerdas para su manufactura. Nunca mejor dicho, a mano todo, con un yunque y un martillo, se ponía el tampón del troquel y martillazo para la incrustación de la marca, en el agujero se ataba la cuerda y listo, a por otro y así a miles, creo que el precio por cada mil etiquetas era ínfimo, trabajando todo el día se recogía una miseria, pero eso es lo que había.

 Por otra parte, mis abuelos paternos, con los que pasaba muchas temporadas, vivían muy cerca del “Mercat de Sant Antoni”, tengo muy buenos recuerdos de ellos ya que yo para ellos era su primer nieto y el niño al que mimar y cuidar, mi abuela materna Emilia, se deshacía en darme todo aquello que me complaciera. En aquel piso vivía también un primo de mi padre, Enrique, que para mí era como un tío con el que iba a pasear y comprar tebeos, o cambiar cromos al mercadillo, que se hacía en el exterior del “mercat” todos los domingos.

Mi abuelo paterno Evaristo, era hombre de pocas palabras, pero muy sencillo y enigmático. Recuerdo su cara cuando me regalaron mi primera bicicleta de dos ruedas, creo que estaba más satisfecho que yo y eso que para mi era la felicidad completa, seguramente veían en mi todo aquello que no pudieron tener ellos.

La peculiaridad de aquel lugar era que tanto mi tío como mi abuelo trabajaban de noche, Enrique de panadero, frente a la vivienda y mi abuelo de lechero en la calle Valldoncelles, no muy lejos de la calle Manso.

Cuando me quedaba unos días con ellos, reinaba el silencio desde las tres y media de la tarde, ya que ellos se iban a dormir puesto que tenían que trabajar, uno desde las 12 de la noche y el otro desde las 2 de madrugada. Eso quería decir que un niño como yo no podía hacer ni el más mínimo ruido ya que podían despertarse y mi abuela, la cual no gozaba de buena salud también hacia una siesta. Ya me ves a mí distrayéndome con los tebeos y los cromos que había obtenido el domingo anterior y también con muchos momentos de aburrimiento que me sirvieron como formación para entender que el aburrimiento era una fuente de ideas donde desarrollar proyectos y aprender a hacer volar la imaginación.

El piso de la calle Manso era un lugar muy atractivo para mí, ya que podía ir a jugar con unos amigos a una escalera a la que llamaban “la escala interior” y que pertenecía al mismo edificio, pero no daba a la calle, sino a la parte interior del mismo inmueble.

Recuerdo los aromas que en el lugar había, por una parte, olor a café recién tostado que provenía de un tostadero vecino “Bracafé” y por otro el olor a palma fresca recién cortada, ya que éramos vecinos de una cestería que en su parte posterior tenía el almacén.

La escalera interior era el lugar perfecto para escondernos e inventar todo tipo de juegos, corríamos por aquel lugar oscuro y a veces fantasmagórico por sus recónditos lugares y los recovecos del lugar, hasta que alguien nos venia a buscar o acudíamos a casa por iniciativa propia, no había peligro de perdernos, de esa escalera no se podía salir mas que por la entrada de la finca.

Mis abuelos paternos eran como unos segundos padres, sobre todo mi abuela, que me llevaba con ella a todas partes.

Con unos vecinos de la escalera interior ya mencionada a los que íbamos a ver y conversar habitualmente había una amiga de la familia, la señora Mercedes, con la que tenían muy buena relación y ella siempre tenía una frase a modo de coletilla que decía… “Jo només demano salut per mi i feina pel meu home” Yo solo pido salud para mí y trabajo para mi marido.

De pequeño no le di importancia, pero con el paso del tiempo veo que tenía mucho conocimiento ya que, si su marido tenía trabajo y ella salud, el resto de asuntos pasaban a un segundo lugar.

Eran una familia muy hogareña y acogedora, a mi el señor Miquel, me cortaba el pelo y una de las cosas que no había visto en mi vida, lo vi en su casa, era un televisor en blanco y negro, por supuesto, aún no existía la televisión en color, a la que habían puesto un filtro delante para que se viera en color, consistía en un plástico tipo acetato en el que la tercera parte superior era de color azul cielo, otra tercera parte del centro era de color rojo y la tercera parte inferior de color verde. Nunca coincidió con ningún paisaje, que supongo que era para lo que estaba pensado y la cara de las personas cuando era un primer plano pasaba a ser tricolor. Un desastre, pero cuando te acostumbrabas parecía que era así todo lo que se veía.

Puede verse en el siguiente enlace del Blog de David García Goñi.

http://davidaldia.blogspot.com/2013/01/television-de-blanco-y-negro-en-colores.html

 

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