jueves, 14 de abril de 2022

BENDITAS PASTILLAS QUE NOS PERMITEN VIVIR

 

Mi “yaya” Emilia tenía dolor en múltiples partes de su cuerpo, seguramente hoy le habrían diagnosticado fibromialgia, en su época no se conocía, pero por los síntomas tenía que ser algo parecido.

Para combatir sus enfermedades tomaba muchas pastillas, como ella decía, una de cada color y recuerdo que se las ponía frente al plato de comida todas en fila, respetando el orden y los colores. Para quitarle importancia decía, mira, parecen caramelos ordenados, no me gustaría exagerar, pero eran siete u ocho las pastillas que tomaba en cada comida para combatir sus enfermedades.

Vivía con su marido, mi abuelo Evaristo y un sobrino de este, Enrique, ella a mí me quería mucho y me daba todos los caprichos, solo recuerdo que me riñera una vez en toda mi vida y con toda la razón ya que fui a jugar con mis amigos, se hizo muy tarde y se nos olvidó volver a casa, para ella había desaparecido y lo pasó muy mal, al volver ya tarde tenía un disgusto monumental y la bronca fue tremenda. Cuando se le pasó el disgusto me perdonó, no sin antes hacerme prometer que no lo volvería a hacer nunca más.

Cuando estaba con mis abuelos en la calle Manso, en la época de Navidades encontraba normal que las carrozas de la cabalgata de Reyes pasaran por delante de casa, aquellos dos balcones que daban a la calle en el piso entresuelo, era como un palco preferente en primera fila a la que los ayudantes de sus Majestades tiraban caramelos que nosotros recogíamos con la felicidad del momento vivido.

Resulta que no era lo normal, éramos unos privilegiados y solo lo encontré en falta cuando la organización decidió cambiar el trayecto y fuimos a ver el paso de la Cabalgata a la calle Sepúlveda, paralela a Manso en su destino en la Avenida Mª Cristina, en unos pabellones de la exposición del 29.

 La organización de la cabalgata corría el cargo del Ayuntamiento, con la Colaboración de Joan Viñas Bona, locutor de radio en aquellos años, con el que coincidí muchos años más tarde en el medio de comunicación donde trabajaba, casualidades de la vida.

Mi abuela me llevaba a todas partes con ella y recorríamos las calles de Barcelona para hacer recados, comprar o ir al médico. Solíamos ir a la Catedral para poner una vela al Cristo de Lepanto de la cual era una gran devota.

Desde la calle Manso hasta la Catedral íbamos a pie, por supuesto, cogíamos “el carrer del Carme” hasta las Ramblas y de allí hasta la Catedral que ya estaba muy cerca, total uno 20 minutos y siempre me llamó la atención el porqué de los nombres de las calles.  

La calle Manso, concretamente Josep Manso i Soládonde vivíamos se dedicó a este militar catalán, nacido en Borredá en la comarca del Bergadá, participó en la guerra de la Independencia y en la primera guerra Carlista a las ordenes de Fernando VII e Isabel II, condecorado con la Orden de Isabel la Católica y la Cruz Laureada de San Fernando entre otras muchas.

Victor Balagueruna de las principales figuras de “la Reinaxensa” Político, escritorhistoriadorpoetadramaturgo y periodista, que publicó en el “Diari de Barcelona”, decano de la prensa en Barcelona, en su libro Las calles de Barcelona, publicado en 1865, explica la razón histórica del nombre de las calles y plazas, lo que se denomina, la odonimia de la ciudad.

La Gran Vía de les Corts Catalanes, Consell de Cent, Diputació, Plaza Universitat, están dedicadas a Instituciones.

Aragón, Valencia, Mallorca, Provenza, Rosellón, Nápoles, Calabria, Córcega, Sicilia, Cerdeña se nombra a territorios vinculados a la Corona de Aragón.

A personajes notables se dedican, por ejemplo, Ramón de Casanovas el último Conseller en Cap de la Generalitat de Barcelona, Pau Claris el 94 presidente de la Generalitat, Roger de flor comandante de la compañía Catalana de Oriente, Antoni Villarroel militar defensor de Barcelona durante el asedio de 1714, Roger de Lluria almirante de la Armada Real, Jaime de Urgel conde de Urgell, Berenguer VI de Entenza, comandante en jefe de la Compañía Catalana, Dorian Ausiàs March poeta, Ramón Llull, escritor filósofo y teólogo a Conrad Llansá almirante  y Ali Bey explorador entre muchos otros.

A batallas históricas, se nominan calles como, Trafalgar, Lepanto, Bruch, Bailén y otras se dedican a ciudades, como Lleida, Tarragona, Girona. Tal como explica @alexsnclmnt en su publicación de Twitter

Las calles por la que pasábamos para ir a la Catedral, como no eran del ensanche del Plan Cerdá, ya tenían nombre con anterioridad, al ser del núcleo antiguo como el Carrer del Carme, las Ramblas o la Porta Ferrisa, primitiva puerta de acceso de la Barcelona antigua.

El Trayecto más largo que recuerdo era cuando íbamos a buscar pescado al puerto donde llegaban las barcas de pescadores, hoy el Paseo Juan de Borbón, el único hijo de rey y padre de rey que no fue rey.

Íbamos por la tarde, después de su siesta, supongo que ella tenía controlado el tiempo pues llegábamos cuando las paradas estaban en plena ebullición, eran muy rudimentarias y todo el mercado estaba lleno de gente gritando para llamar la atención de los posibles clientes y cada dependiente gritaba ofreciendo el pescado más fresco y mejor. Nosotros a lo nuestro decía y nos dábamos una vuelta por todas las paradas preguntando el precio de toda la mercancía. Yo recuerdo el cansancio y la preocupación, porque aún teníamos que volver a casa y por supuesto a pie. Por fin se decidía y compraba un pescado, yo ignoraba que pescado era por mis escasos conocimientos en la materia, solía ser anguila. Para mí una serpiente comestible que ella sabía cocinar muy bien, con el paso del tiempo descubrí que ella tenía un arraigo en Valencia y creo que lo cocinaba al estilo de allí, lo denomina “all i pebre”. Paso un enlace de La Vanguardia por si alguien se anima.

Ya de noche llegábamos a casa, yo muy cansado, pero ella parece que las pastillas le habían permitido hacer la excursión.

Una de las peculiaridades de la forma de cocinar, no la anguila, si no todo, era que no se cocinaba prácticamente nada en la cocina, si no en el patio interior donde estaba el lavadero, así no se ensucia la cocina, decía. También había en aquel lugar una lavadora y una carnera o fresquera, la carnera era una especie de armario con estantes y todo protegido con una malla mosquitera que permitía que estuviera a la intemperie, pero protegida de moscas, mosquitos y demás bichitos, allí se conservaban embutidos, salazones y frutas que no era conveniente que se pusieran en la nevera.

Mi yaya Emilia era tan meticulosa en algunas cosas que, por ejemplo, cuando llovía protegía el paraguas con un plástico y su chubasquero también.

Cuando salíamos y llovía no se cortaba en absoluto, se ponía su chubasquero, una pieza impermeable en la cabeza a modo de pañuelo, unas botas de agua, el paraguas protegido por un plástico que había confeccionado para la ocasión y a mi me pertrechaba de forma similar, en definitiva, que de mojarnos nada en absoluto y al volver a casa, salíamos al patio-cocina y lo poníamos todo a tender cual colada salida de la lavadora, luego a la hora de cocinar íbamos sorteando las piezas tendidas.

En realidad, la ropa lavada, Enrique, su sobrino, la subía y las tendía en las cuerdas del terrado, allí había un lavadero asignado a cada inquilino y estaban reservadas también unas cuerdas para el uso de secar la ropa, en ocasiones le acompañaba a tal evento ya que desde allí se veía otra perspectiva de la ciudad, hoy lo llamaríamos a vista de dron.

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