Mis abuelos vivían en la calle Manso y yo pasaba temporadas
en su casa, residía con ellos Enrique, un sobrino de mi abuelo Evaristo, hijo
de su hermana Encarnación, la mayor de los ocho hermanos que de niños se ocupó
de todos muy fraternalmente, porque la madre no daba abasto.
Enrique a mí me quería mucho, hasta el punto que cuando
fallecieron mis abuelos formé parte de su cuenta bancaria, pero ese es otro
tema. De pequeño, los domingos me solía llevar a matinales de diversos
espectáculos, algunas veces íbamos al Price, en la calle Casanovas esquina con
Floridablanca, donde se celebraban combates de boxeo y lucha libre con escenas
que la verdad, para un niño de 6 o 7 años como yo, alguien debería haber
censurado. Las caídas, los puñetazos, las llaves de pressing catch de
luchadores con nombre peculiar como “El enmascarado de plata” o “El luchador de
la máscara” eran como peleas callejeras teatralizadas.
Mi abuelo también llevaba a mi padre, con lo que deduzco que era una cosa habitual entre los hombres de mi familia, estaba cerca de casa, no era muy caro y como espectáculo podía ser muy socorrido para un domingo por la mañana ya que por su trabajo de panadero no nos permitía ir en otro momento.
Otros domingos íbamos al zoo o al cine y la mayoría nos
acercábamos al Mercat de Sant Antoni, a comprar o cambiar tebeos o cromos.
Recuerdo que hacía poco tiempo se había estrenado la
película “La conquista del oeste” con un nuevo método de proyección llamado
Cinerama y un sistema de sonido envolvente que producía en el espectador una
sensación de vivir plenamente la película ya que la imagen, al ser proyectada
desde tres puntos te envolvía en la pantalla que era de grandes dimensiones, en
realidad eran tres pantallas simultáneas.
La escena que más impacto me
causó fue cuando unos bisontes se desbocan y vienen frente a los espectadores,
pareciendo que se nos venían encima, lo que hizo que muchos de nosotros nos
asustáramos. Es muy probable que los cuatro directores del film, entre ellos
John Ford fuera lo que pretendían ya que en el cartel anunciador estaba la
imagen contrapicada en primer plano de los bisontes.
En aquel cine cabían sin exagerar unas quinientas personas y los gritos fueron mayúsculos.
En aquel tiempo las
autoridades tenían reservadas unas butacas en la mejor posición, entre las
filas 13 a 15 y en el centro, que generalmente estaban vacías, al igual que
otras eran para los censores, que en muchas ocasiones hacían cortar o modificar
el contenido de la película.
En tiempos de Franco los
censores corrían a cargo del Ministerio de Información y Turismo, luego pasaron
a pertenecer al Ministerio de Cultura.
Durante la dictadura de
Franco, la censura realizó un control absoluto sobre el cine, el teatro, la
literatura y la prensa con el propósito de preservar la moral y la ideología
del momento; uno de los censores más famoso en los años cuarenta fue sin duda
Camilo José Cela, quien propuso a Juan Aparicio, director general de prensa,
autocensurar su novela “La familia de Pascual Duarte”.
Pero la censura no fue un invento del régimen ya que durante la dictadura de Primo de Rivera ya se cortaron o prohibieron aquellas películas que cuestionaban los valores tradicionales de España y ofrecían una imagen peyorativa del país para algunos.
En el BOE de fecha 26 de mayo
de 1938 se publicó: “Queda terminantemente prohibido el uso de otro idioma que
no sea el castellano en los títulos, razones sociales, estatutos o reglamentos
y en las convocatorias y celebración de asambleas”.
Cuando finalizó la guerra civil,
una de las primeras cosas que hizo el régimen, fue crear un departamento para
obligar a las empresas cinematográficas a someterse a un autocontrol de su
actuación frente al público.
Augusto y Louis Lumière,
fueron los inventores de lo que se denominó el Cinematógrafo. Oficialmente el
28 de diciembre de 1895. En Barcelona se presentó un año más tarde, en
diciembre de 1896, en el estudio fotográfico de los hermanos Napoleón, en la
Rambla Santa Mónica nº15. Se proyectaron siete películas a beneficio de los
soldados heridos o enfermos en Cuba, en aquel momento se libraba la guerra por
la independencia de aquel territorio español y entre las proyecciones se mostró
“La llegada del tren a la estación”, “Desfile de regimiento de lanceros de la
Reina en Madrid”, “El regador regado”.
George Mèlies fue el primero
en desarrollar historias ficticias, aplicando técnicas teatrales en las
películas “Viaje a la luna” en 1902 y “Viaje a través de lo imposible” en 1904.
Ya en 1898 fue censurada una
secuencia de 18 segundos en la película “El beso” de Edison, se consideró fuera
de moral por la autoridad competente, muchos grupos de presión ponían el grito
en el cielo y denunciaban situaciones que hoy día las consideramos como una
cosa normal.
Al principio eran en blanco y negro, aunque algunas se colorearon a mano, sin sonido y se amenizaba con un piano que, dependiendo de la secuencia interpretaba diferentes músicas haciendo que adquiriera dramatismo o hiciera reír.
La censura no solo estaba en
el cine, también en los libros, teatro y publicaciones, en la vida cotidiana,
la moral en general y en la política. Existía todo lo relativo a las
clasificaciones denominado “Clasificación moral de espectáculos” clasificados
en varios grupos. Los propietarios de cines y sus empleados, tenían vigilancia
para que nadie se colara en un espectáculo que no fuera para su edad, ya que se
jugaban una multa o el cierre del local.
En las casas particulares,
como no se podía vigilar a toda la población, decidieron hacer una
clasificación o código de regulación que consistía en incrustar un rombo blanco
en la esquina superior derecha, que indicaba que era una emisión para mayores
de 14 años y dos rombos para los mayores de 18 años. El invento corresponde al
que fuera director de Televisión Española, Roque Pro Alonso, militar que había
combatido en la División Azul y que ostentó diversos cargos dentro de la
Dictadura.
En el colegio Santiago
Apóstol de l’Hospitalet, cerca de la plaza Española, había un cine que
proyectaba películas para jóvenes los sábados por la tarde.
Recuerdo dos hechos que me
sorprendieron allí, uno fue descubrir la fila de los mancos, (las últimas de la
sala) donde parejitas buscaban un rincón para su intimidad y la otra cuestión,
la cantidad de cáscaras de pipas que inundaban todo el suelo, era una gran
alfombra crujiente, húmeda y asquerosa que no podías evitar pisar; al
encenderse las luces, las parejitas se acomodaban sus ropas y los espectadores
salíamos con las suelas de los zapatos repletas de cáscaras de pipas y otros
desperdicios.
En Barcelona la familia
Balañá fue muy importante para el cine en los años 60 ya que eran los
propietarios de diversas salas además de las Plazas de Toros, de las que en
otra ocasión comentaremos. El primer cine que tuvieron fue el de la Avenida de
la Luz, en el subsuelo de Plaza Catalunya. En el grupo Balañá estaban los cines
Aribau, Balmes, el Palau Balañá, entre otros muchos, así como el Capitol que en
aquel tiempo se le apodó Can Pistolas ya que siempre se proyectaban películas
policiacas o del Oeste.
Es posible que mi afición al cine y al trabajo que ejercía antes del servicio militar me orientase a presentarme voluntario para aprender a ser operador cinematográfico de cabina por el ejército e ir a Madrid, concretamente al Pardo, antigua residencia del Caudillo, donde reposan sus restos actualmente y con los conocimientos adquiridos, en la última etapa me dediqué a proyectar en el cuartel del Bruch de Barcelona donde estuve destinado.
En el cuarto de proyección
había una máquina enorme de la marca Ossa para proyectar películas de 35
milímetros con electrodos de carbón para generar un arco de luz blanca muy
potente y que se tenía que enhebrar manualmente, lo que hacía estar muy
pendiente de que la proyección no sufriera ningún percance y no tener que oír
pitos desde la platea.
Esta situación y alguna otra queda muy bien reflejada en la película “Cinema Paradiso”, en ella se habla de la niñez, la adolescencia, el amor, la amistad, etc… También nos habla de la censura, es al final y haré un poco de spoiler, donde está la magistral secuencia en la que aparecen todos los cortes que se habían sacado a lo largo del tiempo y que los censores habían obligado a hacer desaparecer, quedando guardados por el operador Alfredo, que los coleccionaba cuidadosamente.
La película de Giuseppe
Tornatore realizada en 1988 protagonizada por Totó y su amigo Alfredo
transcurre en un pueblecito italiano durante la postguerra en un periodo de
tiempo que bien podría ser en nuestro país después de la guerra civil. Con una
ambientación musical del gran Ennio Morricone, ganadora de un Oscar en 1989 a
la mejor película de habla no inglesa, premio especial del jurado en el
festival de Cannes, Globo de oro en 1990 a la mejor película extranjera entre
otros premios.
Como curiosidad, Salvatore Cascio, de ocho años, Totó en la película, no había visto nunca una película en una sala de cine.
Sin duda, la gran
protagonista del film es la censura, que está presente en innumerables
secuencias siendo en varias ocasiones ridículas y en otras genera risas por su
incompetencia y ridiculez.
Para concluir puedo decir que
la censura cuidaba mucho de la moral y muy poco la suciedad y la agresión entre
personas. Películas como “Tarzán” por su desnudez, “El gran dictador” por su
contenido, así como “La dolçe vita” o “Senderos de gloria”, estuvieron
censuradas y en las salas en las que se veían puñetazos, agresiones y
delincuencia en casi todas las salas.
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