lunes, 24 de octubre de 2022

Dos obras modernistas de Lluís Domenech i Montaner

 

El modernismo fue un movimiento arquitectónico que comenzó en el siglo XIX con una fuerte oposición a lo que le precedía ya que rompía muchos esquemas que los arquitectos contemporáneos no aceptaban.

El modernismo o Art Nouveau trata de alejarse del pasado, así como de la arquitectura clásica, que se volvió aburrida y repetitiva. Se centraba en la innovación y la creatividad, rompiendo las reglas y creando nuevas estructuras e ideas.

 Las características de un edificio modernista son: predominan en la construcción las líneas curvas a las rectas, no solo en los edificios, sino también en otras artes plásticas, el uso de materiales como el hierro forjado, el ladrillo, las baldosas, el vidrio policromado o el “trencadis” (un mosaico a partir de fragmentos cerámicos), suele tener motivos florales o vegetales, puede tener un tipo de bóveda denominada “volta catalana”, que consiste en cubrir la estancia abovedada mediante ladrillos colocados por la parte plana. Este tipo de colocación de los ladrillos ya fue utilizado por los romanos, en las termas de Caracalla en Roma y en otras construcciones.

 El rey “Martí l’Humà” en 1401 ideó y creó, al juntar seis hospitales menores, el “Hospital de la Santa Creu” regentado por de 2 miembros del “Consell de Cent” y dos canónigos de la Catedral de Barcelona.

 Este hospital estuvo durante cinco siglos en el barrio barcelonés del Raval dándole nombre a la calle donde se ubicaba, “Carrer de l'Hospital” hoy es sede de la Biblioteca Nacional de Cataluña, del Instituto de Estudios Catalanes, la Real Academia de Farmacia, la antigua Escuela Massana de Bellas Artes y una Biblioteca Municipal.

 A principios del siglo XX, el banquero catalán afincado en París, Pau Gil i Serra tenía un proyecto para hacer un hospital para los pobres que no podían permitirse ir al médico, buscó la forma para tirar el proyecto hacia adelante, donando la mitad de su fortuna (unos tres millones de pesetas) y comprando unos solares en el Eixample barcelonés.

Para ejecutar el proyecto se eligió al arquitecto y político catalán Lluis Domenech i Montaner, nacido en Barcelona el 30 de diciembre de 1849, en el número 40 de la calle Ferran. Era el cuarto de siete hermanos, pasó su infancia en Barcelona. Cursó sus estudios de arquitectura en Madrid. Fue académico de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, diputado a Cortes por Barcelona con la Lliga Regionalista, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y ocupó la cátedra del Colegio de Arquitectura de Barcelona, entre otras muchas responsabilidades.

Entre las obras más importantes y bellas de Domenech i Montaner destacan aparte del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, el Palau de la Música Catalana. Las dos son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997.

 El 15 de enero de 1902 se puso la primera piedra para desarrollar el ambicioso y nuevo proyecto del “Hospital de la Santa Creu i Sant Pau”, en 1905 se allanaron los terrenos y se empezaron a construir los primeros edificios. Tardaron 18 años en acabar todos los pabellones que componen el conjunto, estaba previsto construir más, pero el dinero no daba para tanto.

 Lluis Domenech i Montaner falleció en 1923 sin ver concluido el proyecto y fue su hijo Pere Domenech i Roura quien terminó el Hospital.

 En 1930 fue inaugurado oficialmente por el Rey Alfonso XIII, aunque antes ya se atendían a los enfermos que acudían. Desde entonces pasó a llamarse “Hospital de la Santa Creu y Sant Pau”, nombre del benefactor y mecenas Pau Gil i Serra.

Dicen que el rey en su discurso inaugural dijo “Sois bien paradojales los Barceloneses, a los enfermos les levantáis palacios y a vuestro rey una cuadra”.

Por aquel entonces, en las cocinas se preparaban más de 1500 comidas cada día, para dar de comer a los pacientes, con este dato nos podemos hacer una idea de la magnitud del problema sanitario que solventó para unas necesidades que tenía una ciudad en expansión.

 En la construcción del recinto hospitalario participaron numerosos artesanos y artistas: en las esculturas Pablo Gargallo y Eusebi Arnau, en pinturas y mosaicos Francesc Labarta y en los hierros forjados Josep Perpinyà.

 Es el recinto modernista más grande del mundo y atendía en los primeros años a las personas sin recursos, ya que en aquellos tiempos las familias adineradas llamaban al médico y este acudía a sus casas, no estaba bien visto que a un enfermo rico lo llevasen a ningún sitio.

 El “Hospitalde la Santa Creu y Sant Pau”, es un complejo arquitectónico puntero en el ámbito sanitario, ocupa nueve manzanas en el trazado del “Eixample” barcelonés, muy próximo a la Basílica de la Sagrada Familia, la avenida Gaudí une las dos obras modernistas.

 Cuando mi madre tenía seis años, sufrió una enfermedad durante una larga temporada, que hizo que estuviera en el Hospital de Sant Pau (llamado así popularmente), lo recuerda como un lugar donde la acogieron muy bien, estaba cuidada y atendida por un personal sanitario que se preocupaba y velaba por ella. Estaba en una gran sala con muchas camas cercanas a los ventanales y con más niños de su edad, solo le faltaba su familia a la que echaba mucho de menos, ya que nunca se había separado de ella.

Un día el médico que pasaba muchas veces a ver a los niños y hacer seguimiento de su salud, le comentó mirando a través de una de las ventanas orientada al sur, que no podía dejarla ir con su familia porque los aviones italianos y alemanes, que se veían a lo lejos, tiraban bombas donde ella vivía y podían matarla, a lo que ella se conformó y siguió jugando con otras niñas.

Recuerda que cuando los aviones se acercaban, sonaban unas sirenas y todos los niños, monjas y enfermeras con sus batas blancas y sus cofias, corrían hacia los sótanos del edificio y aunque el recorrido le parecía extraño, le gustaba mucho, era muy bonito estaba lleno de ornamentación y motivos florales en techos, puertas y paredes. Era como estar en medio de la naturaleza, para llegar a unos pasillos subterráneos menos decorados, pero allí estaban a salvo. Esos pasillos unían los distintos pabellones, por donde se podía trasladar a los pacientes con camilla, llegando a tener más de un kilómetro de construcción subterránea comunicando los diversos pabellones por el subsuelo.

 Los azulejos que están presentes por todas partes, no solo eran para decoración, también eran idóneos por su fácil limpieza y desinfección. Todos los pabellones tenían grandes ventanales ya que en aquel momento se pensaba que la luz del sol era muy beneficiosa para los enfermos y el airear las salas con viento del sur, que venía del mar, mejoraba sustancialmente las condiciones higiénicas.

Todos los pabellones, menos el de Operaciones, donde se evitó que entrara la luz del sol, para no molestar a los cirujanos en sus intervenciones.

 Es curioso que, el hospital estaba ideado separando a los pacientes entre hombres y mujeres. En la parte derecha, entrando por la puerta principal de la calle Sant Antoni Maria Claret se encuentran los pabellones de los hombres que tienen nombres de Santos, y en la parte izquierda los de las mujeres con nombres de Santas o Vírgenes. Podríamos nombrar el Pabellón de Nostra Senyora de la Mercè, el Pabellón de Santa Apolonia, el de Sant Jordi, el de Sant Salvador o el Pabellón de Sant Leopold, etc…

 Fue en el “Hospital de la Santa Creu i Sant Pau”, donde se puso en marcha el primer Servicio de Urgencias de todo el Estado y donde se realizó el primer trasplante de corazón en España en 1984.

La Facultad de medicina de la Universidad Autónoma se trasladó a las nuevas instalaciones en 1971. En el año 2009 se inauguró en la misma manzana, un edificio más moderno. Las obras modernistas quedan para el recuerdo de un Hospital que funcionó durante 80 años rodeado de belleza.

Otra de las obras de gran importáncia de Domenech i Montaner es “El Palau de la Música Catalana” una sala de conciertos construida entre 1905 y 1908, coincidiendo en el tiempo su construcción con el “Hospital de la santa Creu i Sant Pau”, fue un encargo del grupo coral del Orfeó Català.

El edificio está ubicado en el solar del antiguo convento de Sant Francesc de Paula, donde Lluís Domenech i Montaner tuvo que ingeniárselas para encajar en unos terrenos tan pequeños una sala de audiciones que la caja del escenario y las butacas tuvieran una amplitud suficiente y unas condiciones acústicas adecuadas para los conciertos, que solucionó de una forma excelente y a la vez albergó las oficinas y los archivos del Orfeó.

La fachada sorprendió y sigue sorprendiendo a los visitantes, hecha de obra vista y policromía. Está presidida, en una esquina, por un conjunto escultórico de Miquel Blay, escultor Olotense, con una enorme especie de proa que representa a la música popular, con dos muchachos y dos ancianos abrazando a una ninfa, mientras Sant Jordi los protege con la bandera catalana ondeando al viento.

 Resalta por su belleza la claraboya que ilumina la sala. Una estructura muy liviana de acero y cristal policromado, creando una especie de lámpara, que filtra la luz exterior en las vidrieras o “vitralls” que recuerda la luz que entra en las catedrales.

El escenario se completa con un órgano al estilo alemán y dos grandes esculturas de piedra pómez, una a cada lado del escenario, a la izquierda un busto de Josep Anselm Clavé y a la derecha Beethoven, el primero como alegoría a las flores de mayo, que representan la música popular y el segundo personificando la música universal.

Por encima del busto de Beethoven cabalgan las Valquirias, simbolizando la relación de la nueva música con la cultura musical catalana.

En la inauguración, en 1908, se interpretaron piezas de Anselm Clavé y de Händel.

 Lluis Domenech i Montaner, con Josep Puig i Cadafalch i Antoni Gaudí, fueron los principales autores de Modernismo en cuanto a arquitectura se refiere y que iremos viendo en nuevos relatos.

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